En estos 25 años ejerciendo como procurador ha cambiado enormemente la forma de trabajar. Hemos pasado:
De la máquina de escribir al uso del ordenador. Antes, cada escrito requería precisión extrema, ya que no existía la posibilidad de corregir fácilmente los errores. Hoy en día, gracias a la informática y los procesadores de texto, redactar documentos es mucho más ágil, seguro y profesional, permitiendo ahorrar tiempo y garantizar una mayor calidad en la presentación.
De repartir las comunicaciones judiciales en los despachos de los Abogados a pie, por fax o correo postal al uso generalizado del correo electrónico. Las notificaciones que antes podían tardar días en llegar, hoy se gestionan en cuestión de minutos. Esta transformación ha supuesto un gran avance en la rapidez y eficacia de los trámites, y ha permitido mantener una comunicación más fluida y constante entre procuradores, abogados y juzgados.
De firmar las notificaciones con bolígrafo o pluma a la firma digital. La digitalización de los procesos ha supuesto no solo una mejora en la seguridad jurídica, sino también una importante reducción en el uso del papel. Actualmente, la firma digital garantiza autenticidad, integridad y rapidez en los actos procesales, lo que facilita el cumplimiento de los plazos legales y aporta mayor eficiencia al conjunto del procedimiento judicial.
La adaptación y evolución de la profesión de procurador es vertiginosa y continua. El ejercicio de la procuraduría ha sabido integrar las nuevas tecnologías sin perder la esencia del trato cercano y directo con clientes y compañeros de profesión. Cada avance ha supuesto un nuevo aprendizaje, una nueva herramienta que mejora la manera en que prestamos nuestros servicios y defendemos los intereses de quienes confían en nosotros.
Pero hay algo que nunca cambia: la profesionalidad, la seriedad y las ganas de hacer bien las cosas, manteniendo la ilusión del primer día...